Ilha Grande – Paraty

Ilha Grande – Paraty

Lunes 17 de octubre. Se acabaron nuestros días en Rio. Y toca separar nuestros caminos. Estamos en la Rodoviaria (estación en portugués) Novo Rio. Tamara y Marta parten dirección Iguazú. Harry, Natalia y yo (Harry, Perry y Morry) dirección sur de Brasil (unas dos horas) a una isla llamada Ilha Grande (lo pronuncian como si fuese una chica sevillana, «illa»). Nos despedimos deseándonos buena ruta y con la esperanza de volver a encontrarnos en nuestro camino por Sudamérica.

Para llegar a Ilha Grande tuvimos que bajar del bus en un pueblecito, desde donde tomamos un barco.

Antes de embarcar

Couchsurfing está siendo de las mejores experiencias de mi viaje

Allí nos esperaba Paulo, nuestro Couchsurfer. En otro post os hablaré largo y tendido sobre Couchsurfing, una de las mejores experiencias que estoy viviendo en este comienzo de viaje. Pero para el que no lo conozca, os resumo que se trata de un «servicio» por el cual un completo desconocido te permite dormir en su casa a cambio de… ¡nada! Si, si, como lo leéis. La gente abre su casa para compartir experiencias con otros viajeros, ayudándote a conocer su ciudad, su pueblo, su forma de vivir, aprender a cocinar un plato de comida típica o simplemente echar unas risas tomando unas cervezas con gente que acabas de conocer. Así de simple. Así de mágico.

Villa do Abraãos

Como contaba, llegamos a casa de Paulo, mi primer CS. Y creo que no podía empezar con mejor pie. Su casa, casi en la playa, tenía todo lo que necesitabamos, ya que es todo un manitas del bricolaje, y desde el primer momento nos sentimos como en la nuestra.

Nuestra cama, construida por Paulo

Además, como había sido guía turístico en la isla, en la que vivía desde hace unos 9 años, nos dio muy buenos consejos. Por ejemplo, aprovechar la tarde para ir a ver una cascada. Así lo hicimos. Un bonito paseo con el sol cayendo, viendo monos y otros animales en el camino.

Ruinas en el camino

¡Menudo paisaje!

La cascada (y detrás Maxime)

Desde arriba

Allí conocimos a Maxime, un chico francés que también acababa de empezar una vuelta al mundo. Nuestro camino se ha vuelto a cruzar varias veces más a lo largo del viaje…¡qué pequeño es el mundo!

Ya por la noche, preparamos la cena para todos (otro chico brasileño y una chica inglesa) y pasamos una muy buena velada.

Cena con muy buena onda

Al día siguiente, tras poner una lavadora y hacer asuntos de necesidad (buscar alojamiento en futuros destinos, etc) nos fuimos en una barquita hasta una playa paradisíaca (Lopes Mendes) donde pasamos una excelente jornada.

Amaneció nublado

 

Ya en la playa

 

 

Pequeña siesta

Aguas cristalinas

El paraíso

Dos tontos muy tontos

Disfrutando del paisaje

Recogemos ya

Volvimos sobre las 17h, una buena caminata de más de 2 horas, en la que se nos hizo de noche y pudimos disfrutar de un maravilloso juego de luces de miles de luciérnagas. ¡Precioso!

Camino de vuelta

Ruta muy bonita

Sólo, en el muelle…

 

Una cerveza bien merecida

Más tarde, mientras hacíamos la cena, Paulo nos»obligó» a todos a bajar a la playa. Sin saber porqué, obedecimos. Y nos encontramos con una maravillosa luna llena sobre el embarcadero de Villa de Abraão.

Luna sobre el muelle

 

Durante la cena, le comentamos a Paulo que nos gustaría subir a un pico del que nos habló para ver amanecer. Se ofreció a subir con nosotros. Y convencimos a Natalia, que no estaba muy de acuerdo en levantarse a las 2:00 de la mañana para subir 3 horas andando hasta unos 1000m de altitud. Cuando sonó el despertador, Natalia había cambiado de parecer… Y si no es por el poder de convicción de Paulo, se nos queda en la cama.

 

Antes de empezar

La subida al Pico del Papagayo es un sacrificio, fisico y mental. La primera media hora, entre el sueño y la pendiente, es durísima. Natalia nos mandó a «freír espárragos» varias veces. Pero tras 3 horas de subida en total oscuridad (sólo la luz de nuestros frontales) alcanzamos la cima, felices de haberlo conseguido. Ansiosos por ver un magnífico amanecer, comimos algo, tomamos un café y esperamos…

En la cima, con la luna

Tomando un café

Esperando al sol

Hasta que, de repente, llegó una nube y nos quedamos en la niebla… Y sin amanecer. 

Antes de la niebla…


Con la Villa do Abraão abajo, a la izquierda

Resignados, emprendimos el camino de bajada (con alguna anécdota sobre un «apretón» y una cuerda que omitiré en este blog). Se nos hizo mucho más ameno, ya que pudimos disfrutar de la naturaleza.

¿de dónde vienes, Juan?

Con la niebla

¡Allí hemos estado!

¡Un grupo fetén!

La bajada

«Al pico? Falta mucho…»

A pesar de la decepción de no poder ver amanecer, mereció totalmente la pena éstas casi 8 horas de senderismo en las que reímos, charlamos y nos conocimos un poco mejor.
Al llegar a casa, tomamos una ducha, hicimos nuestras maletas, comimos una especie de quiche hecha por Paulo (la cual estaba riquísima) y nos despedimos de él con mucha pena. Habíamos tenido muy buena onda, como él decía. ¡Gracias por todo desde aquí también!

Reventado…

No soy el único…

Tras otro barco, dos buses y mucho sueño acumulado, llegamos a Paraty. Se trata de una ciudad portuaria donde, antiguamente, llegaba todo el oro, procedente de Minas Gerais o del exterior, lo cual la convirtió durante mucho tiempo en una de las más ricas de Brasil. Su esplendor decayó cuando todo empezó a pasar por Rio.

Al llegar allí, fuimos a buscar nuestro anfitrión de CS. Esta vez se trataba de una casa. Pero no una cualquiera. Se llamaba «La Casa do Dharma» y en ella se daban cursos de meditación y yoga, entre otros. La meditación era gratis y la hacían 4 veces al día y el yoga costaba 25 reales (unos 8€). ¡Queríamos probarlo! Al final… No lo hicimos ningún día…

The Dharma Initiative

Casa do Dharma

Cuando llegamos allí, nos dio la bienvenida Rafael, que compartía la casa con Agustina y Bruno. Tenían una zona con 4 literas y un baño y allí nos acomodamos.

Protegidos contra los mosquitos

Rafael nos propuso enseñarnos un poco la ciudad y aceptamos encantados. Pero, según él, antes había que pasar a tomar una cerveza, para conocernos mejor. También aceptamos encantados. Nada más sentarnos, pudimos apreciar la buena energía y alegría que desprendía Rafa. No paramos de reír y de contar anécdotas. Más tarde nos llevó a cenar y decidimos dejar la visita al pueblo para otro día, estábamos reventados.

Con el gran Rafa

Al día siguiente amaneció un poco nublado, así que aprovechamos para pasear y hacer un poco de turismo por la ciudad.

Aún se puede apreciar el estilo colonial de sus casas e iglesia, mezclado con el ambiente hippie de sus tiendas y calles, así como restos de cultura masónica, que también pasaron por aquí. Cuando la marea sube, muchas calles se inundan y cuando está baja, se ven miles de cangrejos.


El Fary de Paraty

Y desde mi ventana…

El embarcadero

Casas coloniales, símbolos masónicos

Un poco de agua de coco

Al rico coco!!

Iglesia de Paraty

Calle de Paraty, aunque parezca un pueblo granaino

Decidimos comer «al quilo», es decir, te pesan el plato y según lo que lleves, así pagas.

Salió un poco el sol y fuimos a una playa cerca de Paraty, pero no fue ni la más bonita ni la más tranquila… Así que decidimos pasar a catar otra vez las cervezas artesanales en «Happy Hour» y hacernos algo rico de cenar en casa.

¿Happy Hour de cervezas artesanales? Ponga tres

Esa noche llegó otra viajera, Ola, una chica polaca que llevaba 14 meses viajando por América. Hablamos un poco con ella esa noche, pero no hubo demasiado feeling…

El viernes, tomamos el bus para ir a Trindade, donde nos habían hablado de playas magníficas. Cuando llegamos allí, llovía y no resultó ser el mejor día de playa… Pero tras andar unos kilómetros llegamos a una piscina natural, donde el viento no soplaba y el agua estaba tranquila. Un lugar precioso. Comimos y pasamos unas horas allí.

Día de playa…

¿Donde estás, sol?

Queso plancha, al fin!

Caminando por la playa

En la piscina natural

Con nuestra amiga Ola, la polaca

Era por la lluvia, no es nueva moda

Al coger el autobús en Trindade otra vez, llovía y hacia «frío». Sólo queríamos llegar a casa y darnos una buena ducha.

Tras la cena, Rafa nos propuso ir al casco histórico y tomar unas buenas caipirinhas (¡la primera desde que estoy en Brasil!)

Cenando en casa con Rafa. ¿Alguien dijo arroz?

Mi primera caipirinha!

Con Rafa y su colega

De vuelta en un cuatrolatas!

Pasamos un rato muy divertido y había bastante ambiente (Paraty es conocido por su fiesta, pero ahora estamos en temporada baja).

Nuestro último día en Paraty no tiene mucho que contar, ya que llovió tooooodo el día. Harry y yo fuimos a tomar un «Açaí» para desayunar, ya que aún no lo habíamos probado. Se trata de una especie de helado hecho de una baya procedente de una palmera del Amazonas, que se puede tomar con plátano, cacahuetes o casi con lo que te apetezca.


Al rico Açaí!!


Desayuno de campeones

El resto del día lo pasamos en casa buscando destinos, Couchsurfer y demás.

A las 23:50 salía nuestro bus-cama hacia Sao Paulo, y Rafa vino a despedirse de nosotros a la estación. ¡Qué gran persona con un corazón enorme!

Ese es Harry, si. Protegido contra la lluvia

Nos subimos al bus y a dormir. Nos esperaba un largo día de viaje el domingo. Próximo destino, Cataratas de Iguazú.

1 Comentario
  • Beatrice Mazzocchi
    Posted at 09:44h, 08 noviembre Responder

    Quel beau voyage vous me faites faire par procuration ! J’attends avec impatience les photos des chutes d’Iguazù dont j’ai beaucoup entendu parler par des personnes qui sont allées les voir, mais ne les ont pas photographiées.

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