Ayahuasca: como explicar lo inexplicable
¿Conocéis la Ayahuasca? Probablemente muchos de vosotros no. Yo leí sobre ella por primera vez hace cosa de dos años, en un libro que me prestó por aquel entonces una paciente. Muy pronto me picó la curiosidad: una planta (una liana, para ser exactos) que crece en el Amazonas es capaz de hacerte «ver cosas, conectarte con la Pachamama, responder a algunas de tus preguntas…» A través de una ceremonia con un chamán, se toma en forma de bebida. Y cada persona reacciona de una manera. Definitivamente, intentaría probar eso a mi paso por la selva peruana, me dije.
Y así ha sido: encontré un chamán (en Iquitos los hay por doquier…) recomendado por mi guía de la expedición en la selva.
Resulta que el chamán se encontraba a hora y media de Iquitos, en una aldea en medio de ningún lugar donde vivían otros chamanes y alguna familia.
Llegar allí en «motocar» fue bastante complicado, pero el lugar respiraba tranquilidad y naturaleza por todos lados.
Aunque me habían dicho que durante el día participaría en la preparación de la ayahuasca, cuando llegué allí resultó que ya la tenían hecha…
Pero bueno, no me importó pasar el día tranquilo en aquel ambiente, con Quentin, un chico francés que también estaba allí para tomar la Ayahuasca (él ya había vivido una primera ceremonia la noche antes) y Rey y Eleriana, dos encantadores niños que vivían allí: jugamos al fútbol, nos bañamos en el río… También estuve conversando con Quentin, dibujando un poco, hablando con otro chamán llamado Remé…
Antes de contaros mi ceremonia, os hablaré de Héctor, mi chamán. Nada más llegar con Ricardo, uno de los guías de la selva que era el contacto con este chamán (y que, seguro, se lleva algún beneficio), ambos se pusieron a hablar y Héctor ni me dirigió la palabra hasta pasada la media hora. Buen recibimiento para el que va a ser tu «cliente». Mi primera impresión, al verlo con su reloj dorado, su bañador de flores y bebiendo cocacola, tampoco fue muy positiva… La verdad es que la comunicación y la empatía no son sus fuertes…
Aunque al día siguiente, bien que te pide que le agregues a Facebook y cuentes tu experiencia para ganar «clientes»… En fin, como todo, la Ayahuasca también es un negocio…
Mi experiencia con la ayahuasca fue muy positiva, pero no sé hasta qué punto él tuvo algo que ver…
La ceremonia
Bueno, llegó el momento de la ceremonia: 19:30h, sin haber cenado nada, Quentin, Remé, Héctor y yo entramos al templo y tomamos posiciones tras hablar y fumar tabaco puro durante un rato (por lo que dicen, ayuda al espíritu de la Ayahuasca a entrar en tu cuerpo)
Héctor cogió la botella de Ayahuasca (o mejor dicho, de coca-cola rellena de Ayahuasca) hizo un ritual, con cantos y «soplandole» a la bebida y sirvió el primer vaso, que era para mí.
Te dicen que tienes que concentrarte, pedirle a la planta lo que te gustaría ver o responder, darle las gracias a la Pachamama (la madre naturaleza)… Pero allí estaban hablando y riendo como si nada… Así que, me tomé mi vaso y esperé.
Todos tomaron sus vasos. Nos quedamos a oscuras. El chamán empezó a cantar sus …… Yo no sentía nada, sólo veía oscuridad. Ya empezaba a pensar que ésto era un engaño, que a mi no me hacía efecto…
Fui al baño (tienen una pasarela hasta un wáter en el mismo templo, como podéis ver) y me di cuenta que estaba un poco mareado.
Al volver, el chamán me propuso tomar otro vaso. Acepté. Y ahí empezó todo.
Héctor comenzó a cantar hacia mí (invocación del espíritu de la Ayahuasca) y, de repente, llegó lo que ellos llaman la «mareación«: todo daba vueltas, y yo me sentía flotar, levitar…
Y a partir de ahí, lo que os voy a contar puede sonar a auténtica locura, pero es lo que vi, lo que sentí. Voy a tratar de explicarlo lo mejor posible, era tan real…
Primero fueron colores, líneas, que se movían haciendo formas. Después animales, plantas… La selva entera estaba dentro de mí, venía a saludarme, a darme la bienvenida…
Podía sentir la fuerza de la naturaleza en mí. Los sonidos, olores y demás eran mucho más intensos… Y podía ver el universo y la tierra. Y, sin esperarlo, vomité (es algo que tienes que hacer…)
Y todo cambió. Yo estaba tumbado, con los ojos abiertos, pero no miraba con mis propios ojos. Con esos solo veía la oscuridad del templo. Tenía otros ojos, y según con los que quisiera mirar, veía unas cosas u otras…
Y empecé a «viajar» en el tiempo: me veía de pequeño, con mi familia, con mis amigos… En momentos importantes. Es como si pudiese buscar en mi cerebro momentos pasados y vivirlos de nuevo, observarlos desde fuera. Incluso aquellos que ni yo recordaba. Era tan real… También fui a pedirle perdón a ciertas personas a las que les debía una disculpa e incluso me senté a conversar con mi ídolo, el cantante Manolo García. Cuando controlas el tiempo y el espacio, ¿porqué no cumplir tus sueños?
Pude ver lo que fui en otras vidas (eso me lo reservo para mí) y vislumbrar «pinceladas» de mi futuro…
Por momentos estaba triste y lloraba. Otros muy feliz y rompía a reír. A veces escuchaba al chamán cantar, y recordaba que mi cuerpo físico seguía en un templo, en mitad de la selva. Y mi mente se volvía a ir.
La sensación era de bienestar: había descubierto que había otros mundos, mundos que no alcanzamos a ver con nuestros ojos, que había despertado «mi tercer ojo» y podía ver las cosas que están ahí, pero que nuestra mente dormida es incapaz siquiera de imaginar. Y no quería que acabase. Volví a vomitar. Esta vez me costó más. Me vi a mismo lleno de luz, y como mi ser estaba formado por todas esas personas que han dejado una huella en mi.
Pero poco a poco fui despertando. El chamán me preguntó cómo estaba y alguien, con mi voz, pero que me costaba reconocer, respondía «muy bien». Había sido yo, pero no sabía de donde había salido esa voz…
Y aunque el mareo seguía ahí, poco a poco era consciente de la vuelta a la «realidad». Empecé a comentar cosas con Quentin.
Al poco, Héctor dio la ceremonia por concluida y, para nuestra sorpresa, se «largó» con su mujer a dormir a su cabaña.
Para nosotros, ni mucho menos se había acabado. Estábamos «despiertos», pero a mi me costaba moverme y cuando conseguí ponerme de pie, era como si tuviese una borrachera enorme.
Mi barriga empezó a no estar a gusto y me vacíe en el «trono de hierro». Mi cuerpo necesitaba eliminar la Ayahuasca y todas las toxinas y cosas negativas…
De pronto, empezó a llover, y salí a sentir la lluvia sobre mi cuerpo, «a lavar las vidas que van acumulando mugre». Podía sentir cada gota al tocar mi cuerpo.
Todos mis sentidos estaban despiertos como nunca lo habían estado: tacto, visión, olores, sonidos…
No quería dormir, sabía que al día siguiente ya no tendría esta magnífica sensación, pero, al final, el sueño ganó la partida y caí rendido en un colchón en el mismo templo.
Sé que todo suena como si hubiese fumado 10 porros o tomado éxtasis y, de hecho, la Ayahuasca puede ser considerada una droga alucinógena.
Aunque, según el chamán, ahora estábamos protegidos porque el espíritu de la planta estaba dentro de nosotros.
Y al día siguiente…
Tras un baño de plantas y una conversación con el chamán dónde, la verdad, no nos explicó demasiado lo que habíamos sentido (todo muy general, después de habernos preguntado él primero qué habíamos visto nosotros), me faltó algo, no sé, quizá saber más de lo que él había sentido o visto, si había conectado con nosotros como suelen hacer los chamanes…
En fin, desayunamos, fotos de rigor para su Facebook y vuelta a la ruidosa y movida Iquitos.
Yo, un día después, aún sigo en una nube, analizando ese vendaval de emociones que viví anoche, mientras escribo estas palabras para transmitiros de la manera más precisa posible mi propia experiencia durante el trance. Tratando de explicaros lo inexplicable…
Blackrain
Posted at 21:06h, 25 diciembreQué pedazo de experiencia más interesante. Lástima que por este medio no se pueda transmitir más.
juanpika
Posted at 23:11h, 25 diciembrePues si… He intentado expresarlo de la mejor manera posible, pero vivirlo fue espectacular…