Rumbo al Amazonas: aventura en un carguero.

Rumbo al Amazonas: aventura en un carguero.

Existen, principalmente, dos formas de hacer un viaje: La más rápida: consiste en llegar de un punto A hasta un punto B intentando tardar lo menos posible. Muy efectiva cuando tienes el tiempo justo. La más divertida: pensar que lo importante no es sólo el destino y disfrutar del camino entre esos dos mismos puntos. Mi preferida cuando el reloj no está en tu contra. ¿Porque os suelto este rollo? Porque para ir hasta Iquitos, una de las ciudades más importantes de la región Amazónica, sólo se puede hacer de estas dos formas: en un vuelo de hora y media por unos 80$ ida y vuelta desde Lima… O tardando casi una semana viajando en barco carguero por el Río Amazonas. ¿Y por tierra? Pues no, no hay carreteras que lleguen a Iquitos… Camino a Yurimaguas con alto en Tarapoto Nuestra aventura comenzó tras la despedida de Harry en Lima. Por delante, Thomas y yo teníamos 26 horas de bus hasta un pueblo llamado Tarapoto. Cuando compramos el billete se suponía que eran 18, pero bueno, por nuestra experiencia ya sabíamos que serían algunas horas más… En el camino, paramos a cenar, a desayunar, a comer… en lugares en los que no entendía la mitad de las cosas del menú. Si,es verdad que en Perú hablan castellano, pero en algunas regiones los nombres de los platos y los menús son muy diferentes a los de nuestro español. Al final, pollo y arroz es siempre la opción más sencilla y segura. También nos pusieron películas dobladas al «castellano» (aunque a mi me cuesta mucho ver un «drama» con ese divertido acento «mexicano»)… Pasamos por carreteras de piedras y mucho polvo… Y, por supuesto, sobra decir que éramos los únicos «no peruanos» del autobús, al igual que en Tarapoto. Como llegamos más tarde de lo previsto, tuvimos que buscar un hostel para pasar la noche. (Hostel Backpaker Colores Mishki Shunku) El dueño del mismo fue muy amable con nosotros (únicos huéspedes aquél día) y nos indicó un buen lugar donde cenar: La esquina del movimiento – antojitos nenita,  una carpa cercana donde hacían comida a la parrilla… Y donde, lógicamente, fuimos el centro de todas las miradas con nuestra pinta de extranjeros. Eso sí, comida deliciosa acompañada de «chicha morada» (una bebida hecha con maíz morado) por un precio de risa. A la mañana siguiente, el dueño del hostel llamó a uno de sus contactos para informarnos de que el barco que pretendíamos tomar no saldría hasta las cuatro de la tarde, así que teníamos tiempo de desayunar en el mercado y tranquilamente tomar el minibus de dos horas (que serían tres…) hasta Yurimaguas. Una vez allí, también pasaríamos por el mercado para aprovisionarnos. ¿De que? Os explico: íbamos a pasar 3 días en este barco recorriendo el Amazonas hasta llegar a Iquitos. Y, aunque el ticket de este barco (unos 30€) incluye tres comidas al día, a saber: – Desayuno: bollo de pan y líquido «con color». No me preguntéis que era: unos días más claro, otros más oscuro… y a veces con arroz… – Almuerzo: el menú varía entre pollo con arroz y espaguetis con pollo. – Cena: sopa, con pollo, arroz o espaguetis… …No estaba de más comprar algo de fruta, galletas, patatas fritas… Y nuestros propios Tuppers y cubiertos también, por supuesto. Además el ticket también incluye hospedaje, aunque te toque a ti llevarte tu propia cama: una hamaca. Nosotros conocimos a una pareja de argentinos que nos la vendió por 5€, ya que ellos habían hecho el camino inverso y ya no la necesitaban. También se pueden reservar unos pequeños camarotes. Hay gente que los alquila por seguridad, para guardar la mochila, ya que el barco hace varias paradas y la gente sube y baja a cualquier hora del día y la noche… Hasta aquí todo bien. De lo que nos enteramos más tarde fue de que el ticket es válido desde que subes al barco… ¿Que quiere decir esto? Pues que, aunque el barco no zarpe, tienes derecho a quedarte en él, a las comidas y por supuesto a dormir allí. Pero bueno, nosotros estábamos tranquilos: nos habían asegurado que el barco salía esa misma tarde por activa y por pasiva. Qué ingenuos… Al dar las cuatro y ver que aquello no se movía, fui a preguntar. «Tranquilo chico, vamos con retraso. Saldremos un poco más tarde». Y así cada hora hasta que a las ocho de la tarde ya se confirmaron nuestras peores sospechas cuando nos dijeron que no saldríamos hasta la mañana siguiente… Era un viernes, y había gente que llevaba esperando allí desde el miércoles. ¿Porqué? Bueno, se trata de un barco carguero, no uno de pasajeros, los cuales son solo un «extra». Así que hasta que la bodega no estuviese completamente llena… Y por fin zarpamos. Destino: Iquitos Sorprendentemente, el sábado de buena mañana nuestro barco empezó a moverse.  Ante nosotros se presentaban tres (o cuatro) días de «crucero» por el impresionante río Amazonas. (Dependiendo de la climatología, las corrientes, las paradas…) Os resumo un poco nuestro día a día. Como podéis imaginar, no teníamos Internet ni podíamos cargar los móviles, así que los días pasaron en la más absoluta calma: hablar con los compañeros de viaje, jugar con los niños del barco, leer y descansar en las hamacas, hacer la cola para las comidas… Por supuesto, disfrutar del paisaje y de las puestas de sol era algo obligado. A mí también me gustaba mucho observar como trabajaban para cargar y descargar cuando hacíamos las paradas. Y comprar fruta, helado o empanadas a los que subían a vender sus productos a viva voz en estas breves paradas. Las noches en hamaca mecidos por el vaivén del barco me encantaban, aunque si te movías un poco, también movías a tu compañero y éste a sus tres vecinos de sueño… La verdad es que un poco «hacinados» si que estábamos, si… La lluvia, a pesar de la estación que era, nos respetó bastante, aunque una noche los rayos y truenos nos despertaron sobresaltados. No todos los pasajeros eran lugareños, y en la planta superior al fondo es donde nos encontrábamos los «guiris»: franceses, canadienses, alemanes, ingleses… Pasaríamos juntos unos días muy entretenidos. Entre la gente que conocimos en esta aventura, no puedo dejar pasar la oportunidad de hablaros de la increíble historia de Amandine, una joven osteópata Suiza con problemas de visión que había decidido dejarlo todo por un tiempo para intentar «ver» el mundo con sus propios ojos ahora que todavía podía, ya que seguramente en unos años perderá la visión por completo… Su historia es de las que te remueven por dentro, te hacen darte cuenta del coraje de la gente, de lo bonito que es viajar y tener la suerte de poder conocer a personas como ella. Junto con su divertida amiga Clelia, subieron al barco el segundo día y muy pronto los 4 hicimos un equipo genial. ¡El Iquitos’ Team! En el camino vimos delfines, todo tipo de aves… Y a los lugareños utilizando el río como basurero: comer algo y tirar la bolsa de plástico por la borda es algo cotidiano para ellos… Y que a mí me enfadaba muchísimo: no tienen ningún respeto por su propio ecosistema, que no solo les proporciona recursos, si no que también atrae a turistas de todo el mundo… En fin… Al cuarto día llegamos a Iquitos por la mañana y para llegar desde el puerto hasta las ciudad tomamos un taxi-barco todos juntos y diríamos adiós a nuestro querido «Eduardo X», nuestra casa flotante los últimos 4 días. En definitiva, toda una experiencia recorrer durante varios días este impresionante río y disfrutar de sus paisajes y atardeceres, en total calma y armonia. Más tarde, repetiría la aventura otros tres días más para llegar hasta Leticia, en Colombia. Esta vez, lo haría completamente sólo.
1 Comentario
  • Beatrice Mazzocchi
    Posted at 17:38h, 13 diciembre Responder

    Je suis de votre avis. En voyage, il faut éviter de regarder tout le temps sa montre. Cela gâche le plaisir et empêche de profiter du paysage.
    Il me semble que vous avez bien respecté cette règle pendant votre croisière à bord du “Eduardo X”. Est-ce que les hamacs étaient confortables ?

Poner un comentario